Creo que es muy interesante cuando uno es consciente de nuestras peculiaridades de fabricación o eso que mucha gente llama defectos, rarezas o áreas de oportunidad. Yo tengo un montón de eso que, a la vista de los humanitos, se sale de la “normalidad”. El control, el orden y la estructura son mis peculiaridades (más muchos detallitos más), y sí, ya fui a terapia y según las trabajé, pero llegué a la conclusión de que habemos humanitos que nacemos así, y así somos felices. Obvio, la vida se va encargando de ponernos retitos para ver cómo vamos con nuestros temitas y ahí la cosa se pone interesante.
Para mí, el fin de año significa mucho, está cargado de muchas cosas que me gustan, pero también de muchos retos. Cuando inicia diciembre, me emociona mucho porque me encanta la Navidad y decorar nuestro hogar para poder ver nuestro arbolito encendido cada noche. Desde hace unos años, me encanta celebrar Navidad y Año Nuevo solo con mi compañerito de vida porque hacemos lo que queremos, a la hora que queremos, sin seguir protocolos familiares. Peeeero, yo soy muy fan de los rituales; me encanta hacer rituales y no los hago necesariamente con la finalidad de obtener algo, simplemente me encanta tener rituales para esas fechas.
Entre nuestros muchos rituales está el hacer nuestras sesiones de cierre de año, donde recapitulamos nuestro año, agradecemos y reflexionamos un montón. Después revisamos nuestros planes para el siguiente año, ponemos nuestro calendario gigante para ver cómo pinta el año, y luego vienen otros rituales como hacer una mega, mega limpieza de nuestro hogar. Aunque para mucha gente la vida termina después de Reyes Magos, para mí la Navidad termina el 25 de diciembre, así que el 25 lo usamos para quitar toda la decoración navideña. Ahí arranca nuestra limpieza profunda porque, literal, limpiamos todas las esquinas del hogar, sacamos las cosas que ya no usamos, damos mantenimiento a todo lo que sea necesario, y la limpieza incluye archivos, fotos y correos de todos nuestros dispositivos. Aunque esto suene muy loco, a mí me provoca una tremenda paz tener todo limpio y en orden.
Ojalá en estos momentos no me estés psicoanalizando (porque no te voy a pagar la sesión jiji) y ojalá tampoco me estés juzgando (hay que iniciar bien el año, así, sin juzgarnos jiji). Bueno, ya para cerrar nuestros rituales tenemos el encendido del palo santo y las velas aromáticas. Con eso estamos listos. Peeeero, resulta que este año la cosa fue muy diferente. Aunque tenía casi cronometradas las actividades por hacer, todo se salió del plan.
Primero, porque nos enfermamos tan fuerte que estuvimos varios días en cama, y aunque, cuando me daba un poco de fuerza, intentaba seguir con mi plan, la verdad es que no fue posible. Hasta que solté todas mis ganas de control y acepté que sería un cierre de año diferente. Y ¿sabes? También me gustó. No sé si es el paso de los años, que ya me va dando otras perspectivas, pero me sentí muy bien de saber que reaccioné de otra forma a mi “no cumplimiento” de mis planes y compromisos.
El 31 de diciembre, cuando estábamos comiendo las uvas al sonido de las campanadas y al terminar abracé a mi humanito, sentí tanta paz y tanta alegría que me di cuenta de que ese es el único ritual que siempre quiero cumplir: siempre quiero poder terminar e iniciar un año con el abrazo de mi humanito. Estoy convencida de que tendremos años en los que cumpliremos los rituales al pie de la letra y otros en los que, como este año, los iremos terminando hasta el 6 de enero. Y no pasa nada.
Este año ha iniciado así, pidiéndome que suelte un poquitín para disfrutar más, y creo que lo logré. Me da gusto porque este año pinta para tener muchas aventuras que me sacarán de esa rutina que tanto me gusta. Ya iré platicando si sigo surfeando las olas o cuántos revolcones me darán.
Gracias por leerme.
¡Que tengas un gran día! 😘
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