CONFESIONES… De volver al 9:00 a 6:00 pm

03/30/2025
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En unos días mi vida tomará otro rumbo, uno temporal, por nueve meses. Hace dos años pausé mi vida laboral de oficinista con horario fijo, y la verdad, no me arrepiento. Creo que mi cuerpo y mi alma estaban profundamente agotados y detenerme fue la mejor decisión que pude tomar.

Desde que inicié mi carrera laboral, siempre tuve claro que no me veía en una empresa toda mi vida. Hoy, con más perspectiva, entiendo mejor el porqué. Es curioso cómo el alma, el destino, nuestro ser interior (o como quieras llamarlo) siempre sabe muchas cosas antes de que la mente racional se dé cuenta. Ahora, con todo lo que sé sobre mí, entiendo por qué los trabajos tradicionales no están diseñados para mí. Descubrirlo fue un proceso doloroso porque me encanta trabajar, siempre he disfrutado lo que hago y me entrego completamente, no como una obligación, sino como la oportunidad de hacer algo que me apasiona. Pero también debo confesar que hay ambientes y formas de trabajo que me resultan retadores; es como si mi cuerpo no estuviera hecho para estar encerrado en una oficina, y aún así, lo forcé por muchísimos años para pertenecer.

Nunca sabía cómo expresar lo que me pasaba porque, a pesar de que disfrutaba mucho mi trabajo, tenía dolores de cabeza constantes, ataques de ansiedad espantosos y mis ojos terminaban derramados de la presión que sentía en mi cuerpo. No entendía qué me pasaba, hasta que con el tiempo lo vi con claridad. También comprendí que los jefes que supieron ver mis particularidades y me permitieron trabajar “a mi manera” fueron los que me hicieron verdaderamente feliz.

¿Qué significaba trabajar “a mi manera”? significaba, trabajar en espacios donde me dejaban llegar temprano para aprovechar el silencio, salir un poco antes para evitar las multitudes, no comer a la misma hora en que todos lo hacían para no agobiarme con tanta gente,  poder rodearme de elementos que bajaban mi ansiedad, como plantas u objetos con los que me sentía en paz. En un mundo donde hace unos años trabajar desde casa no era opción, disfrutaba cuando me daban esa oportunidad. Siempre he funcionado con otros ritmos, pero aceptar esto no ha sido fácil.

Estos últimos dos años han sido de los más retadores de mi vida. Después de la muerte de mi papá, no imaginé volver a experimentar una rotura del alma… y esta vez fue distinta. A la vista de todos, no había un motivo para que me sintiera así. Incluso yo misma no lograba entender qué me estaba pasando, hasta que me di cuenta de que era una depuración del alma (y del cuerpo). Hoy lo veo como un regalo de la vida, una oportunidad para replantearme cómo quiero vivir los años que me quedan. A muchas mujeres nos llega esta etapa, unas la vivimos con mayor intensidad que otras, y a mí —con mi alto voltaje emocional— me ha llegado como un maremoto.

Siempre he pensado que quiero morirme joven (por fis, no se azoten al leer esto… cada quien con sus deseos). Desde que conocí a mi humanito, entendí que yo estaba lista para morir en cualquier momento, porque cuando conoces el verdadero amor, comprendes de qué se trata la experiencia humana. Pero también creo que, antes de irte de este plano, la vida te da la oportunidad de cuestionarte, de intentar una última depuración. A mí me llegó ese momento con esta rotura del alma: para ver de qué estoy hecha, para entender si en otra vida volveré (uno nunca sabe, jiji). Y aquí estoy… trabajando en ello.

La vida, en esta etapa, me ha vuelto a confrontar con mi pasado, para saber qué tanto he sanado. Me ha confrontado con mi cuerpo, para ver cuánto puedo amarlo y aceptarlo; nunca había sentido tanto conflicto con él. Ahora funciona de maneras inexplicables: es un cuerpo que, a veces, desconozco, y otras tantas, me sorprende su fuerza. También me ha confrontado con mis relaciones, para decidir cuáles quiero conservar y a cuáles debo decir gracias y adiós. Y, ahora, la vida me pone nuevamente frente a mi parte profesional, para ver si realmente aprendí las lecciones del jueguito que implica la vida oficinista.

La verdad, tengo mucho miedo de volver a la vida de oficinista (aunque sea un trabajo remoto, desde la comodidad de mi hermoso hogar). Mi última experiencia laboral no fue la mejor, y me aterra revivir lo mismo. Pero también sé que, si esta oportunidad apareció en mi camino, es por algo. Siempre he creído en las señales de la vida, y desde que esta oportunidad llegó, ha estado llena de ellas.

Con esto no quiero decir que creo que seré feliz ahí. Solo creo que mi alma está más fortalecida para volver y tomar distancia de lo que significa la experiencia profesional. Siento que en mi último trabajo mi alma estaba pasando por un momento turbulento y que entrar ahí terminó por aniquilarme. Hoy, después de dos años, sé que no estoy al cien por ciento, pero también sé que de eso se trata la vida. Porque aunque no me siento completamente lista, tengo claro en qué lugar estoy y lo que quiero.

Creo que estoy más preparada para volver. Siento un chingo de miedo —la mayoría son miedos absurdos, que los reconozco, pero que están ahí para retarme—, y me recuerdo a mí misma que esta vez esos miedos no me van a paralizar. En el fondo, confío en mí, y quiero aferrarme a esas cosas lindas que tengo. Me repito constantemente que esta etapa que estoy viviendo es la verdadera prueba de mi vida. También me recuerdo, una y otra vez, que tengo el mega apoyo de mi humanito, y eso es algo profundamente hermoso. Y, sobre todo, me estoy recordando que hoy confío en la vida… y esta vida nunca me ha abandonado.

Así que… ¡ojalá venga toda la buena ondita! ✨ Que al final de esta experiencia, me quede con una sonrisa.

¡Gracias, vida! ¡Vamo A Darle! 🚀

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