CONFESIONES desde la trinchera de la perimenopausia: del cuerpo que cambia sin avisar…

07/30/2025
by

Hubo una ocasión, cuando yo era niña, en la que como familia vivimos una situación tremendamente difícil, de esas que jamás imaginas enfrentar. Nunca había visto tanto miedo —o más bien, terror— en el rostro de mis padres. Sentía que estábamos dentro de una pesadilla. Recuerdo que mi papá tomó una libreta y una pluma, y empezó a anotar todo lo que iba sucediendo de manera muy meticulosa. Iba a todos lados con esa libreta. Años después, cuando la situación se resolvió, entendí el gran valor de esas notas: cuando la vida te golpea, es difícil ver con claridad, y más aún recordar con detalle. Es como si la mente quisiera bloquearse para sobrevivir. Aquellos apuntes sirvieron para dar claridad y encontrar soluciones. Desde entonces, aprendí que en los momentos más difíciles, hay que intentar sacar la libreta y la pluma.

Por eso, cuando empecé a sentir que algo me estaba pasando, decidí anotarlo TODO. Y como a mí me encanta ser obsesiva, no me costó trabajo. Hace unos días volví a revisar esos apuntes, y me di cuenta del enorme valor que tienen hoy en mi vida… especialmente para hacerle frente a esta pinchi perimenopausia😤.

Nunca olvidaré cuando creí que me estaba volviendo loca. Día con día sentía que mi cuerpo cambiaba… y no precisamente para bien. Aunque odio ir al médico, cada semana me prometía que sacaría una cita. El problema era que cada semana el síntoma cambiaba. No sabía si ir al endocrinólogo, al ginecólogo, al neurólogo, al gastro, o hasta al psiquiatra, porque sentía que la terapia con mi psicóloga ya no me estaba funcionando. Tenía malestares nuevos cada semana, así que además de la libreta, hice un tracker en Excel para registrar mis días, mis síntomas y tratar de entender qué chingados me estaba pasando. Pensé que tal vez era la comida, el agua, el aire… buscaba un culpable.

El día que fui al médico, llegué con mi computadora, mi libreta, todos mis datos. La doctora apenas levantaba la mirada. Con un tono seco y distante, solo anotaba y anotaba mi larga lista de “problemitas”. Al final, me dio una hoja con estudios y me pidió volver con los resultados. Salí de ahí sintiéndome una verdadera loca.

Cuando regresé, me dijo que no tenía nada. Solo un poco de anemia y falta de vitamina D. Nada más. Ese “nada” me invadió de terror. Sentí vergüenza de decirle a mi humanito que, en realidad, no tenía nada. Que todo ese tiempo que había estado aguantando mis quejas era, supuestamente, por “nada”. Ese diagnóstico me tumbó varios días. Me refugié en el chocolate. Me sentí sin esperanza. ¿Cómo iba a vivir con un cuerpo y una mente que me generaban tantos malestares?

Y por si te lo preguntas: sí, eran muchos malestares. Perdí la capacidad de dormir bien. Me daban dolores de cabeza (MUY) intensos. Se instaló un zumbido que me estaba enloqueciendo. Muchas comidas me daban asco, y vivía con problemas estomacales. Mi piel se resecó como nunca antes. Empecé a subir de peso de forma abrupta, con una panza como si tomara cerveza a diario (¡y ni siquiera me gusta!). Me sentía débil, sin fuerza, y si hacía ejercicio, tardaba muchísimo en recuperarme. Cada día me dolía una parte diferente del cuerpo: rodillas, hombros, codos… ¡hasta los dedos de los pies! Mi periodo menstrual se volvió loco y más doloroso. Mis cambios de humor eran horribles. Y lo más preocupante: mi memoria. Siempre me había enorgullecido de tener buena memoria, pero empecé a quedarme en blanco en medio de una conversación, a olvidar palabras en inglés, a vivir con una constante niebla mental.

Aunque los estudios no mostraban nada “grave”, yo solo quería sentirme mejor. Siempre he sido una mujer saludable, y no podía quedarme con los brazos cruzados. Lo primero que hice fue comprar muchísimos libros sobre salud femenina. Eso me abrió muchas puertas. Empecé a escuchar podcasts, tomar cursos, y a hablar del tema con mujeres cercanas. Y ahí descubrí algo muy triste: muchas no querían hablar de esto.

Aprendí que posiblemente estaba atravesando la perimenopausia. Pero cuando sacaba el tema, recibía comentarios como: “es la peor putada”, “ya se te acabó la juventud”, “esos son inventos”, “las mujeres de antes aguantaban más”. Algunas, aunque vivían síntomas similares, lo negaban. Ver que este tema era tan tabú me motivó a trabajar aún más en mí.

Me sentí muy sola. Busqué más médicos, pero no encontraba respuestas. Perdí la esperanza en la ayuda profesional. Solo me refugiaba en mis libros.

Hasta que un día, en un viaje a Irlanda, me reuní con mi exjefa, una mujer a la que admiro muchísimo. Le conté TODO. Desde mi neurodivergencia hasta la perimenopausia. Y ese día mi historia cambió. Me escuchó con empatía. Compartió su experiencia, sus malestares. Me recomendó doctores, tratamientos, libros. En Irlanda, este tema ya está mucho más visibilizado. Salí de ahí sintiéndome comprendida. Un poquito menos sola.

Volví a España, a mi realidad. Aquí el tema sigue siendo tabú, con escasísimos médicos especializados. Después de mucha búsqueda, encontré a una doctora con lista de espera larguísima. Me apunté, pero la cita nunca llegó… Hasta que un día decidí abrirme con otra mujer que también admiro: mi monitora de spinning. Le conté un poco de lo que me pasaba, y su respuesta fue TAN amorosa. Se abrió conmigo, compartimos experiencias y —lo mejor— me recomendó a su doctora.

Así llegué a una consulta donde, por fin, me sentí escuchada. La doctora me saludó mirándome a los ojos, me hizo muchas preguntas, revisó mis análisis. Me explicó a detalle el tema de la peri. Hablamos del tratamiento, de sexualidad, de salud integral. Fueron dos horas de consulta y salí de ahí con el corazón alegre. Y con la tranquilidad de que, al menos por ahora, no necesito al psiquiatra.

¿Qué ha pasado? Pues sigo mi tratamiento religiosamente, sigo leyendo y aprendiendo sobre este tema, sigo intentando estar cada día un poquitín mejor. Mi cuerpo sigue gordito, mi sueño aún no está estable, pero ya tengo noches un poco más tranquilas. Hay dolores que han disminuido, y otros que, sinceramente, creo que seguirán y seguirán.

Estoy haciendo mucho ejercicio, y eso me ayuda muchísimo. En el gimnasio soy la única gordita, pero con mucho power 💪🏽. En cada clase intento dar lo mejor de mí. Ya no voy para bajar de peso, voy para hacerme más fuerte y más feliz. Tengo una coach que me echa muchas porras, y gracias a ella he logrado tener más confianza en mi cuerpo; ver que cree en mí, que piensa que puedo lograr cada ejercicio, me da el subidón para intentarlo. Creo que ella no se imagina todo lo que me ha ayudado, y cada vez que salgo de su clase, le deseo todo lo bonito de la vida… porque es hermoso encontrar a otras mujeres que te ayudan en el camino 🧡.

Tengo días muy buenos y otros tremendamente malos, pero sé que todavía no quiero tirar la toalla. Sé que esto pasará… aunque también sé que lo más retador es que no se puede pensar en esto como: “ya vendrán tiempos mejores”, porque no lo sabemos. Aun así, me quiero aferrar a la idea de que voy a seguir intentando estar bien, día a día. Como en Alcohólicos Anónimos: un día a la vez… y ya veremos.

Estoy muy, muy agradecida con esas mujeres que han querido hablar del tema, con las que nos escuchamos, nos apoyamos y que me han ayudado a pasarla un poquitín mejor 💛.

¿Pa’ qué escribo esto?
Porque si tú estás pasando por lo mismo, quiero que sepas que no estás sola. Por más cliché que suene, somos muchas las mujeres a quienes la vida nos puso esta prueba, y si algún día quieres hablarlo, aquí estoy. La soledad en esta etapa puede ser muy peligrosa, y yo agradezco profundamente que la vida me haya puesto en el camino a mujeres que me escucharon, me sostuvieron y me ayudaron… por eso, siento que me toca devolver el favor 💛.

Deseo con toda mi alma que mis amigas, mis primas, mis sobrinas, mis mujeres, nunca se sientan solas en esto. La neta, esta etapa sí es bien pinchi retadora… pero también sé que podemos pasarla mejor si sabemos acompañarnos.

Y si tú, afortunadamente, no estás viviendo nada de esto, te pido con cariño: no nos juzgues. Cada quien libra sus propias batallas. No pienses que “yo debí cuidarme más”, que “debí comer menos” o que “debí hacer más ejercicio”… no va por ahí. Cuando te adentras en este tema, te das cuenta de que es mucho más complejo de lo que aparenta.

Mil, mil gracias por leerme, porque esto sí que fue un mega desahogo 🫶🏽.
Te deseo todo lo bonito de la vida. 😘

P.D. Ya luego compartiré todos esos libros, podcasts, cursos e información que me han ayudado… por si a ti también te sirven 🤗.

Deja un comentario

Your email address will not be published.

Don't Miss

Las Aliadas en Este Viaje: Mis Plantas

Un Legado de Amor por las Plantas 🌱💕 El primer

Bienvenidos a Alto Voltaje Emocional

¿Qué vas a encontrar aquí? Pues, todo eso que me

Beatriz Serrano y El descontento: Una crítica feroz al mundo laboral desde la literatura

📚 Libro: El descontento (2023)✍🏼 Escritora: Beatriz Serrano (España, 1989)

Lo que me enseñó Sanando la herida materna, de Aura Medina de Wit

Libro: Sanando la herida materna (2021)Autora: Aura Medina de Wit